En la India, los valores espirituales son más apreciados que la vida. Los hindúes veneran a las vacas porque simbolizan todo lo que está vivo. No hay mayor sacrilegio para los hindúes que matar a una vaca. Según muchos expertos, el culto a las vacas es la causa número uno de pobreza y el hambre en la India. Cerca de la mitad de las vacas cebú de la India no dan nada de leche, el amor a las vacas no estimula el amor al hombre. Los hindúes consideran a los musulmanes asesinos de vacas. Los excrementos del ganado vacuno tienen propiedades útiles, por lo que se recoge con cuidado. El amor a las vacas con sus símbolos y doctrinas sagrados protege al agricultor con cálculos que sólo son “racionales” a corto plazo. Pese a la presencia de leyes sagradas y del amor a las vacas, la tentación de comer carne de vaca bajo la presión del hambre resulta a veces irresistible (cómo ocurrió en la Segunda Guerra Mundial). Un incremento sustancial en la producción de carne de vaca forzaría el ecosistema entero, no por el amor a la vaca, si no por las leyes termodinámicas. Para el agricultor pobre la vaca es un mendigo sagrado; para el agricultor rico un ladrón.
Los judíos, musulmanes y cristianos padecen porcofobia. El dios de los antiguos hebreos denunció al cerdo como ser impuro, como bestia que contamina a quien lo prueba o toca. Alá dijo que a Mahoma que el estatus del cerdo tenía que ser el mismo para los seguidores del Islam. El cerdo, actualmente, sigue siendo una abominación para los musulmanes y judíos. Antes del Renacimiento, el cerdo era literalmente un animal sucio. Dios había querido prohibir la carne de cerdo, como medida de salud pública, ya que es un vector de enfermedades humanas. Otros estudios han sugerido que los cerdos fueron en la antigüedad los símbolos totémicos de diferentes clanes tribales.
El centro mundial del amor a los cerdos se localiza en Nueva Guinea y en las islas Melanesias del Sur del Pacífico. Los cerdos son animales sagrados que se sacrifican a los antepasados y se comen en ocasiones importantes. En muchas tribus se deben sacrificar cerdos para declarar la guerra y hacer la paz. El amor a los cerdos es un estado de comunidad total entre el hombre y el cerdo. El amor a los cerdos incluye criar cerdos como miembros de la familia y el sacrificio obligatorio de cerdos y su consumo en acontecimientos especiales. El amor a los cerdos significa honrar al padre fallecido matando a la cerda predilecta ante su tumba y asándola. Por último, el amor a los cerdos es el gran festín de cerdos.
Las guerras en las sociedades primitivas eran para vengar actos violentos. Los combates provocaban más combates o enfrentamientos. Para realizar los combates las dos partes se ponía de acuerdo y elegían el terreno para que ésta se llevara a cabo. La guerra estalla en el momento en que la producción y el consumo se hayan en el momento más alto. Las decenas de millones de muertos provocadas por las batallas del siglo XX sólo constituyen una ligera vacilación en la curva de crecimiento.
El infanticidio femenino, practicado por la mayoría de sociedades primitivas, es una demostración de la supremacía del varón. La principal forma de adaptación humana es la cultural, no la biológica, por lo cual en la especie humana las diferencias físicas no son significativas. En las sociedades humanas, el dominio sexual depende del control de la tecnología de la defensa y la agresión. Los Yanomamo justifican el machismo con mitos de la creación mientras las mujeres son tomadas como víctimas desde pequeñas
El Potlatch es el impulso del prestigio. Habían civilizaciones que competían por ser las más fuertes y tener más prestigio. Esto creaba competencia entre los clanes y su propia destrucción.
En los cultos más antiguos, los pueblos de la costa esperaban la llegada de una gran canoa. Los nativos esperan una mejoría global de su nivel de vida, el inicio de una época nueva donde el hombre blanco será expulsado o sometido y el trabajo abolido. Es el inicio del cielo en la tierra. Los profetas del cargo insisten en que la riqueza se crea en algún lejano lugar mediante medios sobrenaturales.
Los diversos cultos buscaban el derrocamiento de un orden político establecido y la creación de un nuevo reino en un lugar concreto. El cristianismo surgió primero entre los judíos palestinos que creían en la venida de un salvador llamado Mesías. Los primeros seguidores de Jesús creyeron que él era el Mesías. Todos los pueblos primitivos creían que las batallas se ganaban con ayuda divina.
Jesús no era tan pacífico como se suele creer y que sus enseñanzas no suponían una ruptura con la tradición judía. La continuidad de sus enseñanzas con la tradición viene apoyada por su relación con Juan el Bautista, que corresponde claramente al prototipo de hombre santo errante. Los escritores de los Evangelios cambiaron el equilibrio hacía la figura de un Mesías pacífico.
Unas 500.000 personas fueran declaradas culpables de brujería y murieron en la hoguera entre los siglos XV y XVII en Europa. En primer lugar, se plantea el problema de porque alguien debería creer en brujas que volaban por los aires y, en segundo lugar, porque esta noción llegó a ser tan popular durante los siglos XVI y XVII. Prácticamente todas las sociedades del mundo tienen algún concepto sobre la brujería, pero el caso europeo fue más feroz, duró más y causo más víctimas que cualquier otro.
La locura de la brujería fue creada y sostenida por las clases gobernantes como medio de suprimir esta ola de mesianismo cristiano. No es casualidad que la brujería empezara su auge coincidiendo con molestas protestas mesiánicas contra las injusticias sociales y económicas.
La moderna reaparición de la brujería tiene puntos claros de similitud con la locura medieval. Se admira a la bruja moderna mientras se teme a la bruja de antaño. Nadie en la contracultura quiere quemar a otro por creer o no creer en las brujas.